Frecuentemente se da una imagen muy negativa en los medios de comunicación del sector hostelero. Noticias relacionadas con una supuesta precarización generalizada de las condiciones laborales de los trabajadores, o con quejas de ruido y suciedad que alteran la convivencia vecinal,
son presentadas como verdaderos problemas de los que son responsables directos los hosteleros.
Sin embargo, la realidad es bien distinta. La hostelería da trabajo en Navarra a más 30.000 personas al año,
entre trabajadores autónomos y empleados, siendo un auténtico motor de la economía y de la creación de
empleo, con una aportación de en torno al 7% del PIB de la Comunidad Foral. Sirva como ejemplo que la segunda
profesión más contratada en Navarra es la de camarero, según datos del Servicio Navarro de Empleo.
El Convenio Colectivo de Hostelería de Navarra establece las mejores condiciones salariales del sector en
relación a otras provincias, siendo un dato revelador que en los últimos diez años, pese a la grave crisis
que afectó significativamente a la hostelería, los salarios subieron 4,6 puntos por encima del IPC acumulado
en ese mismo periodo.
Tampoco el alto índice de la contratación parcial puede presentarse como sinónimo de precarización,
como frecuentemente se hace, ya que tales contrataciones son consecuencia de la propia idiosincrasia
de la actividad, sirviendo además para que amplios sectores de población puedan compatibilizar el trabajo
con otros empleos u obligaciones, como el caso de jóvenes estudiantes, personas con responsabilidades
familiares, etc.
Respecto a las quejas que atribuyen al sector, las molestias que los vecinos han de soportar en determinadas
zonas, hay que insistir en que el hostelero da debido cumplimiento a las normas que regulan el
sector: horarios, niveles de ruido, terrazas,… Si se causan molestias en la calle, no se puede culpabilizar
al hostelero del comportamiento incívico de algunas personas.
Lo realmente triste, muchas veces y cada vez con más frecuencia, es el bar de pueblo que se ve abocado
al cierre por falta de relevo generacional en su gestión o en la clientela, porque la hostelería sirve como
pegamento social, lugar de reunión, lugar de diversión. Es un activo para la sociedad, no un problema.
En definitiva, es hora de reivindicar la positiva aportación de un sector hostelero cada vez más profesionalizado,
concienciado con su responsabilidad social y empresarial, motor de desarrollo económico, y
acogedor tanto para el visitante como para el cliente local.